Me quieres, no me quieres.
No estoy de acuerdo en echar a la suerte
lo que sientes o no sientes por mí.
No creo que ninguna rosa merezca desarmarse por ti
cada vez que presienta que me has olvidado.
Me quieres:
quizás sea cierto porque lo he sentido,
porque te he dado más de mil motivos,
porque he recibido incluso más de lo que dado
y sí que he dado mucho.
No me quieres:
quizás sea cierto porque me has herido,
porque en el mundo donde vivo ya no te veo
y cuando de casualidad te encuentro
haces lo imposible por no cruzar nuestras miradas.
Me quieres:
lo puedo creer por todo lo que vivimos,
por lo mucho que reímos,
por mi facilidad en regalarte felicidad
cuando pensabas que todo estaba perdido.
No me quieres:
lo puedo creer por algunos malentendidos,
porque a veces discutimos sin necesidad,
porque pudimos ser más cuidadosos con las palabras
y tal vez no tuve que haber sido tan celoso.
Me quieres:
estoy casi seguro de eso.
Nos hemos dado los mejores besos,
he sido un hombre detallista, realista y
sé que he sido el mejor en la lista de tus desventuras.
No me quieres:
estoy casi seguro de eso.
Nunca has podido querer más de un par de meses,
sé que te cansas rápido hasta de la alegría
por más que haya intentado huir siempre de lo monótono.
Me quieres,
sin duda alguna.
No puedes negar que sólo tenía ojos para una,
no puedes negar que eras la mujer más feliz del planeta
y no es que yo sea la gran cosa
pero, por no ser gran cosa, lo hizo especial.
Mírame aquí.
¿Quién diría que después de ti
seguiría comprando tu rosa favorita?
Mírame aquí cambiando de tema,
mirando hacia los lados, haciéndome el loco.
Haciendo tiempo mientras desenredo mi esperanza
para que llegues a detener mis dedos
cuando vayan a arrancarle el último pétalo a este olvido.
Angel J. Rodríguez